Es en ese momento cuando logras que firme los papeles que necesitamos y que pase todo el control a tu nombre. Y después, después pensamos en un accidente conveniente para mandarla también al infierno. Ella rió fuerte, una risa áspera, comparable al sonido de una hlena hambrienta. El cuarto fue invadido por aquel sonido horrendo, como si fuera la banda sonora de un pacto demoníaco. Diego sintió un escalofrío helado recorrer su espalda. tragó saliva y balbuceó vacilante matar a Enrique, pero Valeria, él él es solo un niño.
De inmediato, la sonrisa de la empleada desapareció. Su rostro se endureció en un semblante cruel. Ah, no, Diego, ahora no me vengas a hacerte el blando. No vas a tener compasión del mocoso. Esta es la única forma de conseguirlo todo. Y entonces, ¿cómo va a ser? El padrastro de Enrique pasó la mano por el rostro angustiado. En el fondo sabía que no valía nada. ya se había ensuciado antes junto con su amante al planear la muerte del padre de Mariela y de su primer marido.
Todo en nombre de la fortuna. Pero ahora, ante la propuesta de acabar con la vida de un niño inocente, un destello de humanidad lo atormentaba. ¿Estás segura de que no hay otra manera? Preguntó con la voz quebrada por la duda. Valeria no titubeó. Si seguimos esperando con ese plan patético tuyo de consentir a Mariela, vamos a terminar viejos y con las manos vacías. Ya lo dije, el niño es la clave. Vamos a meter al mocoso en el ataúd.
El canaya mordió los labios. Con cada palabra se sentía acorralado. Intentó levantar un último argumento. ¿Y si encuentran alguna sustancia en el cuerpo de él? si sospechan de algo. Pero la villana abrió una sonrisa amplia, repleta de confianza. Ya te dije, ese preparado no deja rastros. No existe examen capaz de detectarlo. Y aún más, podemos convencer a la estúpida de Mariela de elegir la cremación. Así, el cuerpo del niño se vuelve polvo y cualquier vestigio desaparece para siempre.
El corazón de Diego latía acelerado. Todavía había una parte de él que se resistía a cruzar esa línea, pero el deseo de riqueza hablaba más fuerte. Inspiró hondo, apretó los puños y admitió, “Está bien, vamos a acabar con ese mocoso. Ni siquiera me gusta. La culpa es de la madre que no quiso casarse en sociedad de bienes. Las palabras salieron pesadas y Valeria vibró como quien acaba de ganar una guerra. Avanzó hasta su amante, lo tomó con fuerza y lo besó intensamente, sellando el pacto macabro.
Luego se apartó con una mirada triunfante. Vamos a ser ricos y poderosos, mi amor. Segundos después, acomodó el cabello y se dirigió a la puerta. Ahora arréglate. Dale el último día de felicidad a la estúpida de Mariela y al mocoso. En cuanto salgan, voy a ver a la hechicera. Voy a buscar el preparado todavía hoy. Salió del cuarto con pasos firmes, llevando en los ojos el brillo de la victoria. Diego, solo, permaneció un instante mirando la puerta cerrada.
El silencio del cuarto pesaba sobre él como una condena. Respiró hondo, acomodó la ropa y empezó a arreglarse. Cerca de una hora después, ya vestido y listo, encontró a Mariela y Enrique en la sala. El niño sonreía, animado con la promesa de ir al centro comercial. Mariela acomodaba el bolso, atenta a los detalles, sin imaginar la sombra que rondaba a su familia. Antes de salir, la millonaria se volvió hacia la empleada que los observaba en la puerta.