No tenía ni idea de lo que ya había hecho. En los días siguientes, utilicé todo lo que sabía para vengarme. Llamé a la compañía de electricidad y notifiqué el proceso de venta. Cualquier deuda pendiente debía saldarse antes de transferir la propiedad. Hice lo mismo con el agua, el gas y hasta los impuestos atrasados. Había muchas deudas acumuladas. Mi padre estaba a punto de recibir una gran suma por la venta, pero ahora buena parte de ese dinero se iría directamente a pagar todo lo que debía.
Eso ya habría sido suficiente, pero fui más allá. Recordé un detalle importante. La casa no estaba solo a su nombre. Mi madre también tenía derecho sobre ella y no tenía idea de que la estaban vendiendo, así que la llamé. Su reacción fue de sorpresa. Nunca me llamas. Solo quería avisarte que tu esposo está vendiendo la casa sin decírtelo. El silencio en la línea fue tan denso que pude escuchar su respiración contenerse. ¿Qué? Le conté todo, cada detalle.
Ella se quedó en Sock. No puede hacer eso. Puede si tú lo permites. Sabía que a pesar de todo, mi madre todavía tenía poder sobre él y tenía razón. Al día siguiente, Lily me envió un mensaje. Están peleando horrible. Mi padre intentó defenderse, pero ya no tenía argumentos. No podía vender la casa sin el consentimiento de mi madre y sin el dinero de la venta estaba acabado. Esa noche, Lily me llamó. No vas a creerlo. ¿Qué pasó?
Se va de la casa. Me recosté en el sofá satisfecho. En serio. Sí. Mamá le dijo que si quería tanto venderlo todo, podía irse solo. Sabía que mi madre nunca habría tenido el valor de hacer eso por su cuenta, pero después de enterarse de lo que estaba tramando, eso fue suficiente para llevarla al límite. Mi padre, sin casa, sin dinero, sin esposa, no tenía a dónde ir. ¿Dónde se va a quedar? Pregunté con curiosidad. Lily rió. Está llamando a sus amigos, pidiendo un sofá para dormir.
Solté una carcajada. Era poético. Por años me hicieron creer que yo era una carga, un peso. Y ahora el único peso en esa casa era él. Ganaste, dijo Lily todavía riendo. Solo hice lo que tenía que hacer. ¿Vas a querer tus cosas de vuelta? Pensé un momento. No, déjalas ahí. Yo ya había empezado una nueva vida. No necesitaba nada de esa casa, ni las cosas, ni los recuerdos. Lo único que me llevé fue la certeza de que nunca más dejaría que alguien se aprovechara de mí otra vez.