En la cabina de clase ejecutiva se respiraba un ambiente tenso. Los pasajeros lanzaban miradas cargadas de desdén hacia una mujer mayor en cuanto ella tomó asiento. Sin embargo, fue precisamente a ella a quien el capitán de la aeronave se dirigió al final del vuelo.

—No hay nada que perdonar. Siempre te he amado…

Víctor se quedó apartado, cabizbajo y avergonzado.

Comprendió que, detrás de aquella ropa humilde y las arrugas, se escondía una historia de sacrificio y amor inmenso.

No era solo un vuelo. Era el reencuentro de dos corazones separados por el tiempo, pero que finalmente se encontraron.

Leave a Comment