—Mamá, espero que estés cómoda —dijo, proyectando amabilidad solo porque había más gente alrededor.
Pero su expresión cambió al ver a Adrián a mi lado. Una mezcla de sorpresa, alarma y… codicia.
—¿Usted es Adrián Vega? —preguntó, intentando sonar casual.
—Así es —respondió Adrián con una sonrisa educada.
Yo observaba todo en silencio. Podía anticipar lo que vendría: Mateo probablemente intentaría impresionar al millonario, quizá incluso pedirle favores laborales. Lo que no esperaba era que mi hijo comenzara a presentarme como si yo fuera una conocida lejana.
—Ella… ella es… bueno, la señora que me crió —dijo Mateo, riendo nervioso.
Mi corazón se encogió. Clara frunció el ceño, como si recién descubriera un detalle incómodo del árbol genealógico de su esposo.
Adrián apoyó suavemente una mano en mi hombro.
—No, Mateo —corrigió con calma, pero firmeza—. Ella es Isabel, la mujer más trabajadora y honesta que he conocido en mi vida. Y alguien muy importante para mí.