En 1995 él se fue, abandonándola con cinco hijos negros: ¡30 años después, la verdad sorprendió a todos!

El pabellón de maternidad estaba lleno de ruido: cinco pequeñas voces llorando al mismo tiempo. La joven madre, exhausta, sonrió entre lágrimas mientras contemplaba a sus quintillizos. Eran pequeños, frágiles, pero perfectos.

Su pareja se inclinó sobre la cuna, y en lugar de alegría, el horror se extendió por su rostro.

—Ellos… son negros —susurró, con un tono lleno de sospecha.

La madre parpadeó, confundida. —Son nuestros. Son tus hijos.

Pero él sacudió la cabeza violentamente. —¡No! ¡Me traicionaste!

Con esas palabras, dio la espalda y se fue, dejándola sosteniendo a cinco recién nacidos sin padre, sin protector y sin herencia.

Esa noche, meciendo a sus bebés en sus brazos, susurró suavemente:
—No importa quién nos deje. Ustedes son mis hijos. Siempre los protegeré.

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