A James le dolió la traición de Steve y necesitaba su ayuda, así que siguió buscando a Lauren. Pero ella estaba decidida a criar a su hijo sola, sin su expareja. Al menos James estaría fuera de su vida.
Sarah se hizo amiga de Lauren después de todo, apoyándola en todo lo posible, por lo que Lauren estaba agradecida. “Sarah, no sé qué haría sin ti”, dijo Lauren entre lágrimas al recibir el alta hospitalaria.
Nadie más que Sarah vino a recibirla. A Emily no le importaba la amistad de Sarah con Lauren. No confiaba en Lauren, y Lauren entendía por qué.
—Amiga, perdónala —insistió Sarah, intentando arreglar las cosas entre Emily y Lauren—. No estoy enojada con ella —dijo Emily encogiéndose de hombros—. Entiendo que es verdad.
—Solo sé que ella tiene parte de la culpa de su situación. —¿Y James no? —preguntó Sarah, con las manos en las caderas. No le gustaba la negativa de Emily a aceptar a Lauren.
“¿Qué quieres de mí?”, preguntó Emily directamente. “Quiero que se lleven bien”, dijo Sarah. “Sí que me llevo bien con ella”, suspiró Emily.
Pero no quiero ser su amiga. Tengo una persona cercana: tú.
—De acuerdo —dijo Sarah con la mano, sabiendo que las decisiones de Emily eran definitivas. Dejaba que las cosas siguieran su curso; al final todo saldría bien. Pasaron dos meses.
Hoy era el día de la sentencia de James. Parecía ajeno a la gravedad, sentado en el banquillo de los acusados, sonriendo.
Susan apoyó a su hijo, convencida de que saldría impune del tribunal. Los inspectores fiscales descubrieron que el lavadero de coches de James operaba ilegalmente, así que, sumado a sus otros cargos, se enfrentaba a una pena de prisión corta pero efectiva.
Al igual que su amigo Steve, quien cumplía siete años en una colonia de régimen general, ni Emily ni Lauren apoyaban a James. Ambas lo habían borrado de sus vidas, algo que James sintió extrañamente aliviado. El romance de Emily con Ethan estaba floreciendo.
Se lo tomaron con calma, disfrutando del comienzo. “Emily, ¿cuándo nos invitas a la boda?”, bromeó Sarah.
—Deja que las cosas fluyan con naturalidad —sonrió Emily, feliz—. Además, ya me casé y no me gustó. —Solo necesitas casarte con un buen hombre, no con un James cualquiera —suspiró Sarah, deseando la felicidad de su amiga.
Emily miró a Ethan con ojos amorosos, agradecida al destino por permitirle amar y ser amada por un hombre tan maravilloso. Sin Ethan, quizá no habría vuelto a confiar en los hombres. Incluso encontró puntos en común con Lauren, y ahora se relacionaban como amigas.
Dicen que la vida transcurre como debe ser. Si no fuera por la traición de James, Emily podría seguir viviendo a ciegas. Ahora era verdaderamente feliz, y su vida jamás volvería a conocer la traición, la infidelidad ni el engaño.