EL MULTIMILLONARIO LLEGÓ SIN AVISAR Y VIO A LA EMPLEADA DOMÉSTICA CON SUS TRILLIZOS—LO QUE VIO LO DEJÓ EN SHOCK

El aire salió de la habitación.

Ethan se quedó inmóvil, el tenedor suspendido a medio camino de su boca. Mencionar a Elena era un tabú no escrito en la casa. Había guardado sus fotos en la biblioteca. Nunca decía su nombre. Pensó que los estaba protegiendo del dolor, pero ahora se daba cuenta de que solo se estaba protegiendo a sí mismo.

Miró a Sarah. Esperaba ver lástima. Pero vio un desafío. Sus ojos eran suaves, pero de un gris acerado e inquebrantable. No los alejes, decían sus ojos.

Ethan dejó el tenedor. Miró a Noah.
—¿Eso es lo que la señorita Sarah les dijo?

—Ella dijo que mamá nos mira —susurró Mason—. Y que cuando rezamos, enviamos mensajes como… como mensajes de texto. Pero con el corazón.

Ethan sintió un nudo en la garganta del tamaño de una pelota de golf. Miró a Sarah.
—¿Mensajes de texto con el corazón?

—La analogía es el idioma de la infancia, señor Sterling —dijo Sarah suavemente—. Hace que lo abstracto sea comprensible.

Ethan miró a sus hijos otra vez.
—Su mamá… habría amado eso. A ella también le encantaban las estrellas.

Los ojos de los niños se agrandaron.
—¿De verdad? —preguntó Liam.

—Sí —dijo Ethan, mientras un recuerdo emergía a través del hielo de su duelo—. En nuestra luna de miel fuimos al desierto solo para mirarlas. Ella conocía los nombres de todas las constelaciones.

—¿Y tú las conoces? —preguntó Noah.

Ethan dudó.
—Conozco algunas.

—¿Nos las puedes mostrar?

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