El Maestro Que Nunca se Casó Adoptó a un Alumno Abandonado con Una Sola Pierna — 20 Años Después, Ese Niño Conmovió a Millones hasta las Lágrimas

Incluso cuando Emiliano entró a la preparatoria —ahora a cinco kilómetros de distancia— el maestro González seguía llevándolo en bicicleta cada día. Temía que el joven se sintiera avergonzado por su pierna artificial, así que pidió a los profesores que lo sentaran en la primera fila: más fácil de cuidar, menos expuesto a miradas.

A pesar de todo, Emiliano nunca bajó su rendimiento. Estudió con disciplina, agradecido por cada oportunidad.

Tras doce años de estudios, aprobó el examen de ingreso a la universidad con calificaciones sobresalientes. El día que partió a la Ciudad de México para estudiar arquitectura, el maestro González lo despidió en la terminal con apenas unas pocas palabras:

“Come bien. Mantente fuerte. Si las cosas se ponen difíciles, escríbeme.

No tengo mucho en esta vida. Solo a ti para sentirme orgulloso.”

Mientras Emiliano estaba fuera, el maestro siguió viviendo solo—levantándose temprano, preparando su té, y dando clases particulares para ahorrar y enviarle lo que pudiera para libros y colegiaturas. Algunas personas intentaron presentarle pareja. Él siempre rechazaba con una sonrisa:

“Ya me acostumbré a la soledad. Solo quiero que ese niño termine sus estudios y viva bien.”

Y Emiliano lo logró.

Cuatro años después, se graduó con honores y fue contratado por una firma de diseño. Al recibir su primer sueldo, le envió al maestro González un sobre lleno de billetes nuevos. El maestro, cuya vista ya empezaba a fallar, contó cuidadosamente cada billete y luego los guardó para comprar arroz, aceite y medicinas para las articulaciones.

“Este dinero es de mi hijo,” murmuró para sí.

“Debo gastarlo con sabiduría.”

El día que Emiliano llevó a su novia a conocer al maestro, las manos del anciano temblaban al preparar el té. Estaba nervioso—como un verdadero padre conociendo a la futura esposa de su hijo.

La joven tomó la mano de Emiliano con ternura, hizo una reverencia y dijo:

“Planeamos casarnos a finales de año y queremos que usted se mude con nosotros.

No se preocupe, profesor. Emiliano no lo dejará atrás.”

El maestro González rió, limpiándose los ojos empañados:

“Ya estoy acostumbrado a este cuartito. Aquí estoy bien.”

Pero Emiliano insistió:

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