
Las manos de Jordan se tensaron alrededor de su taza de café. Sus nudillos se pusieron blancos. No le dolía el insulto a él personalmente, sino el hecho de que sus propias empleadas se burlaran de un cliente, y peor aún, de alguien que podría estar en situación de calle. Ese tipo de personas eran las que él quería servir: trabajadores, gente humilde, luchadora. Y ahora, su personal los trataba como basura.
Vio entrar a un hombre con uniforme de construcción, que pidió un vaso de agua mientras esperaba su pedido. Denise lo miró con desprecio y dijo:
—“Si no va a comprar nada más, no se quede aquí.”
Basta.