Enfurecida, Emily replicó: “¿Entonces, por las creencias irracionales de tu madre, vas a rechazar a tus propias hijas?”
Finalmente, Jack murmuró: “Si quieres conservarlas, está bien… pero yo no puedo quedarme. Lo siento.”
El corazón de Emily se rompió cuando él se dirigió hacia la puerta. “Si decides irte, Jack,” le dijo con firmeza a pesar de las lágrimas, “no regreses. Tendrás una sola oportunidad.”
Sin voltear, Jack se fue dejando sus pasos reverberando en el pasillo. Sola, Emily dejó que las lágrimas recorrieran sus mejillas. Entonces, una enfermera amable entró, poniendo una mano solidaria sobre su hombro.
Mirando a sus pequeñas, cuyos rostros reflejaban paz, Emily susurró cariñosamente: “No tengan miedo, mis amores. Estoy aquí y estaré siempre.”
Durante los días que siguieron, la vida de Emily se convirtió en un torbellino de noches sin descanso y jornadas difíciles, adaptándose a su nueva realidad como madre soltera de trillizas. Aunque enfrentaba grandes retos, encontraba la fuerza en el amor inmenso hacia sus hijas a pesar del dolor por la ausencia y traición de Jack.
Emily tuvo que afrontar sola la crianza de tres recién nacidas.
El apoyo de sus seres queridos fue fundamental para seguir adelante.
La lucha diaria fortaleció su amor y determinación.
Un día, Beth, hermana de Jack, la visitó para ofrecer ayuda. A diferencia del resto de la familia, mantenía contacto con Emily, aunque parecía perturbada.
“Emily,” comenzó Beth mientras mordiéndose el labio, “debo decirte algo que escuché.”
Su corazón se oprimió. “¿Qué es?” preguntó con valentía preparándose para lo peor.
Tras tomar aire, Beth reveló: “Mi madre mintió. Nunca hubo vidente. Inventó todo porque temía perder a Jack a manos tuyas y de las niñas. Creía que asustándolo, él permanecería a su lado.”
La habitación dio vueltas alrededor de Emily, y una ira contenida empezó a surgir. Se apoyó en la mesa para estabilizarse. “¿Ella mintió? ¿Destruyó mi familia por interés personal?” susurró con voz quebrada.
Con pesar, Beth asintió. “Lo siento mucho, Emily. Tenía que decírtelo.”
“Tu miedo le ha costado a mis hijas la presencia de su padre.”
Esa noche, la rabia de Emily persistió. Dudó en llamar a Jack, temerosa de ser ignorada. Finalmente, marcó su número con las manos temblorosas.
Cuando Jack respondió, su tono era frío y a la defensiva. “¿Por qué me llamas, Emily?”