El día que mi hija se casó

Los invitados empezaron a susurrar y a levantarse de sus asientos. Alguien aplaudió disimuladamente, en silencio, temeroso de ser oído. Pero vi sus miradas: la gente respetaba a Mila por su decisión.

Mi hija se acercó a mí. Sentí que me abrazaba con ambos brazos. Su voz era tranquila pero segura:

“Gracias, mamá”.

Le besé la cabeza.

Natalya gritaba histéricamente, agitando los brazos. Roman intentó detenerla. Los familiares corrían de un lado a otro. Todo era un caos: ira, humillación, confusión.

Y nos fuimos.

Mila caminaba a mi lado, con su vestido blanco ondeando. Pero ya no parecía extraño.

Este no era el final de su cuento de hadas.

Este era el comienzo de su nueva vida.

Y lo supe: algún díaElla volverá a usar un vestido de novia, pero al lado de un hombre que le tomará la mano y no se reirá cuando ella sienta dolor.

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