Ninguna dijo palabra en más de 30 minutos. Finalmente salió el médico, un hombre delgado de mediana edad, de voz serena. La niña no tiene heridas graves, pero presenta una desnutrición severa y signos de agotamiento nervioso. Quiero dejarla hospitalizada unos días para observación y hacerle análisis de sangre. Sara asintió con los labios apretados. Gracias, doctor. Ah, y una cosa más. El médico bajó la voz. Noté unos hematomas extraños en la espalda. No puedo precisar el origen. Podrían ser golpes accidentales, pero también podrían haber sido causados externamente.
¿Está diciendo que la golpearon? Preguntó Carmen con voz tensa. No afirmo nada. Solo le recomiendo que trabaje con un psicólogo infantil. La niña necesita hablar, necesita abrirse. Sara volvió a sentir con los ojos llenos de lágrimas. Después de dejar a Claudia en la habitación de reposo, Carmen llevó a Sara al pasillo. “Ahora sí me crees. No sé qué pensar”, suspiró Sara. “Mi papá, él nunca le ha alzado la voz a nadie. No entiendo cómo pudo pasar todo esto.
Tal vez está ocultando algo o tal vez está protegiéndola de algo peor. ” dijo Carmen con la mirada sombría. No estoy segura, pero esto no termina aquí. A la mañana siguiente, la maestra Laura, una mujer joven de unos 30 años, de cabello castaño oscuro y lentes redondos, llamó al número de teléfono que la escuela tenía registrado. Nadie contestó. Llamó de nuevo al mediodía. Silencio. No había mensajes ni ninguna explicación por parte de la familia. Preocupada, la maestra Laura decidió ir caminando a casa de Claudia después de las clases, pero al llegar frente al portón verde, se quedó parada largo rato sin que nadie abriera.
La casa parecía muerta, las cortinas cerradas, ni un solo ruido ni señales de vida. Tocó varias veces, luego timbró. Todo fue en vano. Unos minutos después, doña Carmen apareció desde la casa de enfrente con una bolsa de mercado en la mano, pero los ojos clavados en la situación. “Maestra Laura”, dijo acercándose. Está buscando a Claudia. La maestra se giró con sorpresa. “Sí, no ha ido a la escuela en varios días.” Llamé, pero nadie respondió. Carmen asintió levemente, apretando los labios como si estuviera debatiéndose entre hablar o no.
Finalmente bajó la voz. Creo que algo serio está pasando. ¿A qué se refiere? Claudia está con su madre, Sara. Ella acaba de regresar y llevó a la niña al médico después de notar algunas señales preocupantes. Pero parece que la verdad es mucho más complicada. ¿Cree que alguien le hizo daño a la niña? Carmen apretó con fuerza su bolso. No puedo asegurarlo, pero mi intuición me dice que algo muy grave está afectando a esa familia. La maestra Laura bajó la mirada preocupada.
Voy a informarlo a la dirección de la escuela. Si es necesario, ellos pueden contactar a las autoridades. Por favor, no tarden, dijo Carmen. No podemos esperar a tener pruebas claras. A veces la mirada de un niño es la advertencia más grande. Esa tarde Sara llamó a Carmen desde el hospital. El doctor dice que Claudia necesita descansar unos días más. Aún no habla mucho, pero empieza a reaccionar cuando ve a extraños. ¿Reacciona cómo? Preguntó Carmen con el corazón acelerado.