Durante la CENA Mi HIJA Dijo “MI MAMÁ HUELE a PIS!” Me Levanté y la CORRÍ de la CASA!…

No necesitaba lujos, solo funcionalidad y comodidad. Los muebles serían entregados al día siguiente por la tarde. Para entonces yo ya estaría instalada en mi nueva vida. La emoción que sentía era indescriptible. Era como si hubiera estado durmiendo durante años y finalmente estuviera despertando. Regresé a casa a media tarde. Alejandro seguía en la computadora como si no se hubiera movido de ahí en todo el día. Los niños habían llegado de la escuela y estaban viendo televisión en la sala, todo exactamente igual que siempre.

¿Cómo te fue?, me preguntó Alejandro distraídamente. Muy bien, le respondí. Arreglé todo lo que necesitaba arreglar. No tenía idea de que lo que había arreglado incluía un lugar nuevo para vivir, protección legal para mi patrimonio y el primer paso hacia mi independencia total. Esa noche preparé la cena como siempre, pero con una diferencia. Sabía que era una de las últimas veces que lo haría para ellos. Hice pollo con mole, arroz, frijoles, tortillas calientes, una cena abundante, sabrosa, preparada con el cuidado de siempre, pero ahora lo hacía como despedida, no como obligación.

Durante la cena, Carmen comentó casualmente algo que me confirmó que había tomado la decisión correcta. Mamá”, me dijo mientras masticaba, “platiqué con mi prima Laura otra vez. Está muy emocionada con que te vayas a vivir con ella. Dice que le va a venir muy bien la ayuda económica que le vas a dar.” Ahí estaba, la verdad desnuda. No querían que me fuera a vivir con Laura por mi compañía o mi bienestar. Querían que me fuera para que les dejara libre la casa, pero también querían asegurarse de que siguiera siendo útil económicamente para alguien más.

“¿Ayuda económica?”, pregunté haciéndome la desentendida. Bueno, sí, respondió Carmen como si fuera obvio. Laura no te va a mantener gratis. Tendrás que contribuir con los gastos de su casa, igual que contribuyes aquí. Contribuir con los gastos. Como si los últimos 5 años hubiera sido yo quien contribuía con una parte, no quien pagaba absolutamente todo, como si mi dinero fuera una contribución opcional, no el sostén completo de esta familia. ¿Y ustedes cómo van a manejar los gastos cuando yo ya no esté?

Pregunté nuevamente. Esta vez fue Alejandro quien respondió. Ya te dijimos que estamos trabajando en eso. Conseguiré algo bueno muy pronto. ¿Cuándo exactamente? Insistí. Se puso incómodo. Estas cosas toman tiempo y esperanza. No se puede apurar la búsqueda de un buen empleo. 8 meses sin trabajar. y todavía hablaba de no apurar la búsqueda. 8 meses viviendo de mi dinero, comiendo mi comida, usando mis servicios y aún tenía el descaro de hablar de tomarse su tiempo. Y mientras tanto, seguí preguntando.

Carmen y Alejandro se miraron incómodos otra vez. Era obvio que esperaban que siguiera manteniendo la casa incluso después de irme o que de alguna manera el dinero siguiera llegando mágicamente para cubrir sus gastos. Bueno, dijo Carmen finalmente, supongo que podríamos pedir un préstamo hasta que Alejandro consiga trabajo. Un préstamo con qué garantía, con qué ingresos para pagarlo con qué plan financiero? Pero eso no importaba. Lo importante era que yo desapareciera de sus vidas para que pudieran seguir viviendo cómodamente sin tener que verme, escucharme o tolerarme.

Me retiré a mi cuarto temprano esa noche. Tenía mucho que hacer. Abrí mi closet. Y empecé a sacar la ropa que realmente necesitaba, no mucha. Algunos vestidos cómodos, ropa interior, zapatos básicos, mi suéter favorito, el resto se podía quedar. En mi nueva vida no necesitaba tantas cosas. También separé mis documentos importantes, actas de nacimiento, CURP, documentos del banco, pólizas de seguros, escrituras de la casa, todo lo que necesitaría para mi independencia. Los guardé en una bolsa especial que mantuve escondida debajo de mi cama.

Después saqué una maleta vieja que tenía guardada en el closet y empecé a empacar discretamente, solo lo esencial. No quería que notaran movimientos extraños en la casa. Mi plan era salir muy temprano antes de que despertaran y dejar todo arreglado para cuando se dieran cuenta. Mientras empacaba, encontré fotografías viejas que me hicieron reflexionar. Carmen de bebé en mis brazos. sonriendo. Carmen en su primer día de escuela con su uniforme nuevo. Carmen en su graduación de universidad, orgullosa con su diploma.

Carmen en su boda, radiante con su vestido blanco. En todas esas fotos yo estaba ahí sosteniendo, acompañando, celebrando, apoyando, siempre presente, siempre disponible, siempre dando. Pero en ninguna de esas fotos yo era la protagonista, siempre era el personaje secundario en la historia de otra persona. Decidí llevar solo una fotografía, una donde aparecía yo sola, tomada hace unos años en mi cumpleaños. En esa foto yo estaba sonriendo genuinamente. Se me veía tranquila, en paz. Era la mujer que quería volver a ser, una mujer que vivía para sí misma, que se valoraba, que encontraba alegría en su propia existencia.

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