«Durante diez años, crié a mi hijo sin su padre; toda la ciudad se burlaba de mí, hasta el día en que unos coches de lujo se detuvieron frente a mi casa y el verdadero padre del niño hizo llorar a todo el mundo».

Para mandar a mi hijo a la escuela, trabajé sin descanso. Ahorré cada moneda, me tragué cada lágrima. Cuando los otros niños se burlaban de él por no tener padre, yo lo abrazaba y le decía:

«Tienes a tu madre, hijo mío. Y eso es todo lo que necesitas».

Pero las palabras de la gente eran como cuchillos, atravesando mi corazón una y otra vez. Por la noche, mientras él dormía, me quedaba frente a la lámpara, pensando en el hombre que había amado —su sonrisa, sus ojos dulces— y lloraba en silencio. —

El día que los coches de lujo se detuvieron frente a mi casa

Una mañana lluviosa, estaba remendando la ropa de mi hijo cuando oí el rugido ensordecedor de varios motores. Los vecinos salieron, intrigados. Frente a mi modesta casa, varios coches negros, limpios y brillantes, se alinearon; manifiestamente venidos de la ciudad. Los murmullos comenzaron:

«¡Dios mío! ¡Esos coches valen millones!».

Temblando, tomé la mano de mi hijo y salí. La puerta de un coche se abrió. Un anciano de cabello blanco, vestido con un traje negro, bajó de él. Sus ojos estaban llenos de lágrimas. Me miró largamente y luego, antes de que pudiera decir una word, se arrodilló en el barro. Me quedé paralizada. —¡Por favor, levántese! ¿Qué hace? Él tomó mi mano, con la voz temblorosa:

«Diez años… Diez años buscándoos, a ti y a mi nieto».

Todo el pueblo se paralizó. —¿Mi… nieto? —murmuré, con la voz quebrada. Sacó una vieja foto: el rostro del hombre que yo había amado. Era él. Idéntico. Las lágrimas corrieron sin que pudiera retenerlas. El anciano me contó entonces: el día que le anuncié mi embarazo, su hijo se había vuelto loco de alegría y se había apresurado para obtener la bendición de sus padres y preparar la boda. Pero en el camino de regreso… tuvo un accidente de coche. Y murió ese mismo día. Durante diez años, su padre me había buscado sin descanso. Y solo consultando antiguos archivos del hospital había encontrado mi nombre. Había cruzado varias provincias hasta dar con nuestra casa. —

La verdad que hizo llorar a todo el pueblo

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