Esos fueron los años más duros. Mi padre murió cuando Minh tenía tres años; mi madre, cuando tenía siete. Después de eso, solo quedamos nosotros dos: Minh y yo contra el mundo.
Trabajaba en todas partes: desherbando, cosechando, lavando montones de platos en el único restaurante del pueblo, limpiando las casas de las pocas familias que podían permitírselo. La señora Phuong, dueña del restaurante, era más amable que los demás. Me dejó llevar a Minh conmigo; durmió en la parte de atrás mientras yo fregaba las ollas y sartenes hasta dejarlas relucientes.
En la escuela, soportaba las mismas burlas que yo. Las palabras de los otros niños —aprendidas de sus padres— le resonaban entre lágrimas. Lo abracé fuerte:
«Tienes una madre, hijo mío. Y eso basta».
Pero las palabras de la gente eran como cuchillos, reabriendo constantemente la misma herida. Por la noche, a la luz de la lámpara, miraba la única fotografía que tenía de Thanh —una sonrisa radiante, una promesa congelada— y lloraba en silencio. «¿Dónde estás? ¿Qué te pasó?».
La mañana en que todo cambió
Me desperté con el golpeteo de la lluvia sobre el techo de hojalata. Era principios de septiembre, casi el cumpleaños de Minh. Estaba remendando los pantalones de su uniforme cuando oí el ruido. No era un trueno. Un rugido constante de motores que hacía vibrar el suelo.
Salí. Todo el pueblo observaba la entrada: tres grandes coches negros avanzaban con cautela por el camino de tierra. De donde vengo no veíamos coches así. ¿Tres a la vez? Jamás.
Se detuvieron… frente a mi casa.
Minh apareció a mi lado.
—Mamá, ¿de quién son estos coches?
—No lo sé, cariño.
Un conductor con traje negro salió, paraguas en mano, y abrió la puerta trasera: un anciano descendió. Tendría unos setenta años; su traje estaba impecable a pesar del calor, su cabello blanco perfectamente peinado. Se detuvo en la calle embarrada, mirándome fijamente.
—¿Hanh? —me llamó con la voz quebrada.
Guardé silencio. ¿Por qué sabía este hombre mi nombre? ¿Por qué lloraba?
Para asombro de los vecinos, cayó de rodillas en el barro.