Durante casi una década, la camarera de un pequeño pueblo pagó en secreto las comidas de cuatro niñas huérfanas, sin pedir nunca nada a cambio. Pero una noche nevada, doce años después, una camioneta SUV negra se detuvo frente a su puerta…

Con el tiempo, las niñas comenzaron a prosperar. Grace le contó sobre su sueño de ser maestra. Lily quería ser enfermera. Emma dibujaba todo a su alrededor. Rose, la más joven, se aferraba al delantal de Emily cada tarde y decía: “Quiero ser como tú”.

Emily sonreía, pero en el fondo, deseaba poder hacer más.

Visitaba el orfanato cuando podía. Ayudaba a las niñas con sus tareas entre clientes. Ahorró dinero para comprarles abrigos de invierno.

Pasaron diez años. Las niñas se convirtieron en mujeres jóvenes y, una por una, dejaron el pueblo para perseguir sus sueños.

Una noche, tarde, Emily estaba sola en la cocina del restaurante, limpiando un mostrador. La campana sobre la puerta sonó, pero no era un cliente. Era la directora de cuidado de crianza.

“Hay noticias”, dijo con cautela. “Es… sobre la familia biológica de las niñas”. El corazón de Emily se detuvo.

“Han encontrado a alguien”, concluyó la directora.

Emily sintió que el mundo se inclinaba. No sabía si sentir alegría o miedo.

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