Dos niñas, un mismo origen

Un día, las madres recibieron una carta del hospital. El director había sido destituido. La enfermera que estuvo de guardia aquella noche quería pedirles perdón.

Aceptaron reunirse. La mujer, con el cabello blanco y la voz temblorosa, lloró amargamente.
—Fue mi turno. Fue mi error. Yo confundí las etiquetas. Creí que se había corregido, pero no. No hay día que no piense en ello.

Clara e Irene se miraron. Habían cargado con el dolor durante años, pero también sabían que aferrarse al rencor no cambiaba nada.

—La vida nos devolvió lo que se había roto —dijo Irene.
—Las niñas se encontraron. Eso es lo que importa —añadió Clara.

Y la abrazaron.

Epílogo

Hoy, Sofía y Valeria tienen dieciocho años. Están a punto de ir a la universidad. Una estudiará medicina, la otra derecho. Siempre juntas, aunque diferentes.

Miran hacia atrás y sonríen cuando cuentan su historia. Una historia que empezó con un error y terminó convirtiéndose en una lección sobre amor, familia y destino.

Porque al final, lo que realmente importa no es quién las trajo a casa aquel primer día, sino quién estuvo allí para amarlas en el camino.

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