— “Es un tonto, le transfirió todo a su hijo.”
— “Los viejos confían fácilmente, y la traición siempre les deja dañados.”
Mientras tanto, en casa, Hùng y su esposa cayeron en una crisis financiera. Su negocio colapsó, las deudas se acumularon. Pensaron que la casa sería un “escudo”, pero ahora el banco los acosaba sin cesar. Hùng empezó a pensar en su padre — no por amor, sino porque sospechaba que tal vez escondía dinero en algún lugar.
Una tarde, Hùng fue a la pequeña habitación alquilada por su padre. Tocó la puerta, su voz suplicante:
— “Papá, me equivoqué. Lo siento. Ven conmigo a casa. La casa no es lo mismo sin ti.”
El señor Lâm miró a su hijo, su mirada era profunda e inescrutable. No respondió de inmediato. En cambio, sirvió silenciosamente una taza de té y la colocó sobre la mesa. En la pequeña y estrecha habitación, el reloj resonó, golpeando el corazón del padre y del hijo.
En el viejo gabinete de madera, el libro de ahorros de 10 mil millones seguía intacto. No lo había gastado, ni le había contado a nadie sobre él.
¿Se lo entregaría para ayudar a su hijo en la adversidad — o lo mantendría para vivir pacíficamente sus últimos años?
Nadie conoce la respuesta — ni siquiera él mismo. Lo único seguro es que desde ese momento, padre e hijo se encuentran en una encrucijada, desgarrados entre el amor y la codicia.
La historia terminó con la imagen del señor Lâm sentado en silencio, su mano descansando ligeramente sobre la taza de té, sus ojos mirando hacia la ventana nublada…