Descubrí que mi esposo planeaba divorciarse, así que trasladé mi fortuna de $400 millones una semana después…

EPISODIO FINAL: “Lo que Habita Debajo”
No todas las transformaciones son visibles… algunas reptan por dentro hasta que es demasiado tarde.

Meses después de la desaparición de la mujer y del descubrimiento del altar, la aldea quedó casi desierta. Las casas abandonadas empezaron a cubrirse de hiedra y humedad. Nadie quería hablar del “caso de la mujer y la serpiente”, y los que se atrevían apenas susurraban su nombre.

Pero una joven antropóloga, Catalina Ríos, fascinada por los escritos encontrados en el sótano, llegó al pueblo para investigar. Era escéptica. No creía en espíritus ni maldiciones, pero sí en la psicología del miedo colectivo. O eso creía.

Catalina reconstruyó pacientemente los diarios de la mujer desaparecida y comenzó a seguir las pistas del mapa dibujado a mano. Una noche, guiada por símbolos grabados en los árboles del bosque, llegó hasta una caverna que no estaba en ningún registro topográfico. En su entrada, una figura tallada en piedra: una mujer abrazada por serpientes.

—Esto es más antiguo que cualquier culto registrado en esta zona… —susurró Catalina, prendiendo su linterna.

Adentrándose, vio inscripciones en un idioma desconocido, restos de ropas, y… marcas de uñas en las paredes.

Al fondo, encontró una cámara natural iluminada por la luz tenue que entraba desde una grieta. En el centro, un pozo. Y al borde de ese pozo, un espejo.

Catalina, extrañamente atraída, se asomó.

—¿Hola…? —susurró.

Y entonces, lo vio.

Un rostro idéntico al suyo… pero con ojos de reptil. Sonriente. Esperándola.

La linterna parpadeó. El aire se volvió espeso.

Y Catalina, sin decir una palabra, se dejó caer en el pozo.

Desde entonces, cada vez que una mujer desaparece cerca del bosque, los ancianos dicen lo mismo:

“No fue la serpiente. Fue ella. La que regresó. Y ahora… tiene hambre.”

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