Decidí vender el coche de mi esposa cinco meses después de que falleciera. Pero cuando abrí la guantera para limpiarlo… encontré un secreto que me dejó sin aliento…
Las noches se volvían más largas, más pesadas. Me despertaba por la mañana, miraba el techo durante quién sabe cuánto tiempo, y luego me obligaba a levantarme. Porque tenía un trabajo al que presentarme y cuentas que pagar.
Así que me arrastraba fuera de la cama, seguía la rutina: afeitarme, ducharme, vestirme. Pero la verdad es que no estaba realmente allí. Mi cuerpo estaba presente, pero mi mente no.
Incluso cuando llegaba a la oficina, sentarme detrás de ese escritorio se sentía como un castigo. Miraba la pantalla y apenas procesaba las palabras. Estaba desconectado de todo.
El duelo hace eso. A veces me quedaba atrapado en un recuerdo de la última semana antes de que muriera. Su muerte no fue repentina, pero eso no la hizo más fácil.
Nancy tenía cáncer de mama. Ni siquiera lo sabíamos hasta que ya era demasiado tarde. Cuando los médicos lo encontraron, el cáncer ya se había extendido desde su seno hasta los pulmones.
Se había propagado en silencio, y cuando aparecieron los síntomas —tos constante, dolores en el pecho— ya estaba en etapa cuatro. Los médicos nos dijeron que el tratamiento no la iba a curar, pero que podían intentar darle un poco más de tiempo, y aceptamos lo que pudimos. Le dieron medicación.
Ella la tomaba sin quejarse. Sonreía la mayoría de los días, pero yo podía ver cómo el dolor la consumía. Algunos días ni siquiera podía levantarse de la cama.
Sabía que mis prioridades tenían que cambiar. Reduje el trabajo de inmediato. Nada parecía más importante que estar a su lado.
Cada segundo que no estaba en el trabajo, lo pasaba con ella. La llevaba a cada cita. Trataba de mantenerme fuerte por ella, incluso cuando sentía que me derrumbaba por dentro.
Pasamos casi un año entrando y saliendo de hospitales. Cada vez que íbamos a un chequeo, contenía la respiración, esperando aunque fuera la señal más pequeña de que las cosas estaban mejorando. Pero, en el fondo, sabía que solo era un pensamiento ilusorio…