Eso es todo lo que podría pedir”, respondió Eduardo con una sonrisa genuina. Mientras regresaban al automóvil, Sofía se sentía liberada de las dudas que habían estado atormentándola. Había visto la verdad en los ojos de Eduardo, había leído las palabras de amor de su abuela y había comprendido que estaba siendo parte de algo mucho más grande que una simple transacción educativa.
Eduardo dijo mientras se alejaban del cementerio. ¿Puedo hacerle una petición? Por supuesto, cuando termine mis estudios y comience a trabajar en el hospital que va a construir, quiero que visite a mi abuela conmigo regularmente. Creo que a ella le gustaría saber que finalmente encontramos el camino de vuelta el uno al otro.
Eduardo sonríó sintiendo por primera vez en décadas que había encontrado no solo la redención, sino también una familia. El primer día de clases en la Universidad Nacional de Ciencias de la Salud llegó como un amanecer lleno de promesas para Sofía. Mientras caminaba por el campus de ensueño con sus edificios de arquitectura colonial y jardines perfectamente cuidados, se sentía como si estuviera ingresando a un mundo completamente diferente al que había conocido toda su vida.
Sus nuevos compañeros de clase provenían de familias acomodadas, con padres médicos, empresarios exitosos o profesionales destacados. Sus conversaciones giraban en torno a viajes al extranjero, automóviles de lujo que habían recibido como regalos de graduación y planes de especialización en universidades europeas. Sofía escuchaba en silencio, consciente de que su historia personal era radicalmente diferente a la de sus pares.
Durante las primeras semanas logró mantener un perfil discreto, concentrándose intensamente en sus estudios y demostrando una dedicación que impresionaba incluso a los profesores más exigentes. Su comprensión intuitiva de la anatomía humana, combinada con una compasión natural hacia el sufrimiento ajeno, la distinguía rápidamente como una estudiante excepcional.
Sin embargo, fue durante una tarde de laboratorio de práctica clínica que su mundo, aparentemente perfecto comenzó a resquebrajarse de manera inesperada. “Sofía Ramírez”, preguntó una voz autoritaria desde la entrada del laboratorio. Sofía levantó la vista de la maqueta de corazón humano que estaba estudiando y se encontró con una mujer elegantemente vestida de mediana edad, cuyo porte y actitud irradiaban poder y sofisticación.
Sus ojos, de un azul penetrante examinaban a Sofía con una intensidad que la hizo sentir incómoda inmediatamente. “Sí, soy yo”, respondió Sofía, notando que todos sus compañeros de clase habían detenido sus actividades para observar la interacción. “Soy Victoria Mendoza”, se presentó la mujer con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
Creo que conoce a mi hermano Eduardo. El laboratorio se sumió en un silencio absoluto. Todos los estudiantes conocían el nombre Mendoza, una de las familias más poderosas e influyentes del país. La revelación de que Sofía tenía algún tipo de conexión con esta dinastía empresarial provocó miradas de asombro, envidia y especulación inmediata.
Necesito hablar con usted”, continuó Victoria con tono imperativo. En privado, Sofía sintió un nudo formándose en su estómago mientras seguía a Victoria fuera del laboratorio, consciente de los susurros y miradas que dejaba atrás. Caminaron en silencio hasta llegar a un café elegante dentro del campus, donde Victoria eligió una mesa apartada que les proporcionaría la privacidad necesaria para una conversación que Sofía intuía cambiaría todo. Imagino que se pregunta quién soy y qué quiero.
Comenzó Victoria una vez que se sentaron pidiendo un café expreso mientras Sofía optaba por agua simple, demasiado nerviosa para consumir algo más. Eduardo nunca me mencionó que tuviera una hermana”, respondió Sofía con cautela. Victoria se rió, pero el sonido carecía completamente de humor. “Mi hermano y yo hemos tenido diferencias durante años.
Él prefiere fingir que no existo, especialmente cuando se trata de sus decisiones financieras más cuestionables.” “Decisiones cuestionables?”, preguntó Sofía, sintiendo como si el suelo se moviera bajo sus pies. Su súbita generosidad hacia usted, por ejemplo, respondió Victoria con frialdad calculada.
Una educación universitaria completa, gastos cubiertos, planes para un hospital, todo para una camarera que conoció por casualidad en un restaurante. La forma en que Victoria pronunció la palabra camarera estaba cargada de desprecio y Sofía sintió una ira defensiva creciendo en su interior. Mi hermano le ha contado una historia muy emotiva sobre nuestra antigua empleada doméstica, ¿verdad?, continuó Victoria sin esperar respuesta.
La noble esperanza que lo crió como un hijo que merece ser honrada a través de su nieta. Esa historia es verdadera”, defendió Sofía, aunque una duda fría comenzaba a instalarse en su corazón. “Oh, la historia es real”, admitió Victoria con una sonrisa cruel. “Pero está incompleta. Hay detalles importantes que mi querido hermano ha omitido convenientemente.
” Victoria se inclinó hacia adelante, sus ojos fijos en los de Sofía con intensidad depredadora. Le contó Eduardo por qué realmente despidió a Esperanza. Me dijo que fue influenciado por su tío, que sintió presión para proyectar independencia, respondió Sofía, pero su voz sonaba menos convincente incluso para ella misma. Mentira”, declaró Victoria categóricamente.
Eduardo despidió a Esperanza porque descubrió que ella había estado robando joyas familiares durante años, incluyendo el collar que usted lleva en el cuello. El mundo de Sofía se detuvo por completo. La acusación era tan devastadora, tan contraria a todo lo que conocía sobre su abuela, que inicialmente su mente se negó a procesarla.
 
					