Cuando Sofía colgó el teléfono, se quedó inmóvil durante varios minutos tratando de procesar la realidad de que este hombre poderoso había reorganizado su día laboral con una simple llamada telefónica. Era una demostración del poder y la influencia que Eduardo poseía, pero también de la consideración genuina que tenía hacia su situación económica.
El automóvil que llegó a buscarla era elegante, pero discreto, conducido por un chóer profesional que la trató con respeto y cortesía. Durante el trayecto hacia el centro de la ciudad, Sofía observaba por la ventanilla como el paisaje urbano cambiaba gradualmente de los barrios modestos donde vivía hacia las zonas exclusivas, donde se alzaban edificios corporativos y restaurantes de lujo.
El destino resultó ser un restaurante privado ubicado en el último piso de uno de los rascacielos más altos de la ciudad. Cuando las puertas del ascensor se abrieron, Sofía se encontró en un ambiente completamente diferente al bullicioso restaurante donde trabajaba.
Aquí la atmósfera era serena y sofisticada, con vistas panorámicas de la ciudad que se extendían hasta el horizonte. Eduardo la esperaba en una mesa junto a los ventanales, vestido de manera más casual que la noche anterior, pero manteniendo esa elegancia natural que parecía ser parte integral de su personalidad.
Cuando la vio acercarse, se puso de pie inmediatamente, un gesto de cortesía que sorprendió a Sofía, acostumbrada a ser tratada como invisible por la mayoría de las personas adineradas que frecuentaban su lugar de trabajo. “Sofía, gracias por venir”, dijo Eduardo extendiendo la mano para ayudarla a sentarse. Espero que no le haya causado inconvenientes el cambio de planes. Al contrario, señor Mendoza, “Gracias por considerar mi situación laboral”, respondió Sofía.
todavía un poco abrumada por el lujo que la rodeaba. “Por favor, llámeme Eduardo”, pidió él con una sonrisa genuina. Después de todo lo que he descubierto sobre nuestra conexión familiar, las formalidades parecen innecesarias. Durante la primera parte del almuerzo conversaron sobre temas ligeros, el trabajo de Sofía, sus impresiones sobre la ciudad, sus planes para el futuro.
Eduardo demostró ser un conversador atento y empático, haciendo preguntas que revelaban un interés genuino en conocerla como persona, no solo como la nieta de esperanza. Pero fue cuando llegaron al postre que Eduardo abordó el tema principal de la reunión. Sofía, he pasado toda la noche pensando en nuestra conversación de ayer”, comenzó Eduardo, su expresión volviéndose seria pero amable.
Me he dado cuenta de que tengo una deuda enorme con la memoria de esperanza, pero más importante aún, tengo la oportunidad de hacer algo significativo por alguien que merece todas las oportunidades del mundo. Sofía dejó el tenedor sobre el plato, prestando toda su atención a las palabras de Eduardo. “He investigado los programas de enfermería en las mejores universidades del país”, continuó Eduardo.

Quiero ofrecerle una beca completa para que pueda estudiar en la Universidad Nacional de Ciencias de la Salud. No solo cubriría la matrícula, sino también alojamiento, alimentación, libros y un estipendio mensual para sus gastos personales. La magnitud de la oferta dejó a Sofía sin palabras. La Universidad Nacional era la institución más prestigiosa del país en el área de la salud, con una lista de espera de años y costos que estaban completamente fuera de su alcance económico.
“Yo no puedo aceptar algo así”, logró articular Sofía, las lágrimas comenzando a brotar de sus ojos. “Es demasiado generoso. No he hecho nada para merecer. Ha hecho más de lo que imagina.” interrumpió Eduardo suavemente. Me ha devuelto la conexión con la persona más importante de mi infancia.