Lydia Arkadyevna fue la primera en reaccionar. Se recostó en su silla y suspiró profundamente.
“Bueno, quizá tenga razón”, dijo inesperadamente. “Solo tenía… miedo. De perderlo.”
“No lo perdiste”, respondió Anna en voz baja. “Simplemente lo dejaste ir. No es lo mismo.”
Gleb miró a su esposa sorprendido. Por primera vez, vio a las dos mujeres de su vida conversar sin gritar.
Arkady Petrovich sacó una botella de vino:
“Bueno, ¿por la paz?”
Y bebieron. Con cautela, pero aún así… paz.
Capítulo 5. Silencio después de la tormenta
Después de cenar, Gleb y Anna caminaron a casa en silencio.
Era una tarde cálida afuera, el asfalto relucía después de la lluvia.
“Pensé que te comería”, admitió Gleb.
“Y sabía que no lo haría”, respondió Anna. “Su fuerza está en el ataque. Y sin provocación, se pierde.”
Se rió, genuinamente por primera vez en mucho tiempo.
“Sabes, probablemente estoy casado con un estratega.” —No —sonrió Anna—. Solo una mujer cansada de estar a la defensiva.
Caminaban de la mano y, por primera vez, todo parecía estar en su lugar.