“Cuando fui a la casa de mi exesposa después de 5 años de divorcio, me sorprendí al ver la foto que tenía colgada en la pared. Hice algo inmoral…”

Una noche, al llegar a casa del trabajo, dejó frente a mí los papeles del divorcio.
—Lo siento —me dijo—. No puedo darte una familia completa. Déjame ir, y busca tu felicidad.

Le supliqué, intenté detenerla, pero su mirada era fría y dolorosa.
Al final, nos separamos entre lágrimas.

El tiempo pasó como el viento.
Me volqué en el trabajo, tratando de llenar el vacío de mi corazón.
Cinco años después, tenía un empleo estable en Manila, un pequeño apartamento, y una vida que todos consideraban “plena y estable”.

Pero ayer, el día en que la volví a ver bajo la lluvia, comprendí que mi corazón nunca había estado en paz.

Cuando el coche se detuvo frente a un viejo complejo de apartamentos en Pasig, me dijo en voz baja:
—Aquí vivo.

Observé el edificio envejecido, las paredes con yeso descascarado, las escaleras de hierro oxidado, las ventanas rotas cubiertas con tablas de madera.
Sentí el pecho apretarse.

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