—“¡No… no puede ser! ¿Estás mintiendo, verdad? ¿Qué fue lo que hiciste a mis espaldas?”
Mi suegro, con rostro endurecido por los años, respondió con un rugido:
—“Aquella vez… cometí un error. Una noche de debilidad estuve con ella. Y el resultado… fue ese muchacho.”
Retrocedí como si me hubieran golpeado en el pecho. Todo lo que había sufrido durante años de matrimonio, de pronto tenía sentido: las atenciones extrañas, las actitudes ambiguas hacia mi hijo.
Mi hijo cayó al suelo, con la cabeza entre las manos, gritando:
—“¿Por qué? ¿Por qué me hicieron esto? ¿Quién soy yo en realidad?”
La novia, con la voz entrecortada y temblando, dijo:
—“Tú y yo… ya no podemos seguir. Hoy no es un día de boda, es el día en que todo se derrumbó.”
El salón entero estalló en murmullos, teléfonos grabando la escena.
La mujer —la madre biológica— lloraba de rodillas, tomando la mano de su hijo:
—“Perdóname… Nunca quise que esto saliera a la luz… Pero él lo reveló… ya no puedo callar más.”
Yo quedé inmóvil, las lágrimas corriendo por mi rostro. No solo me dolía la traición, sino la certeza de que mi familia jamás volvería a ser la misma.
En ese instante, la música de boda que debía sonar como celebración… se convirtió en el réquiem de una familia destruida en el día que debía ser el más feliz.
Y solo pude susurrar, rota por dentro:
—“El mayor drama de mi vida… se reveló justo en el día en que mi hijo debía ser feliz.”