Cómo vendimos una estatua y salimos de deudas

La pesada figura se tambaleó y se deslizó hacia el borde. Nastya, al pasar, logró atraparla literalmente en el último momento.

“¡Vanya!”, se le escapó un grito fuerte y agudo. “¡¿Qué haces?! ¿Qué crees que es esto, un juguete?”.

El niño rompió a llorar de miedo. La fría mujer de porcelana temblaba en las manos de Nastya. Una pequeña grieta, casi imperceptible, apareció en su base.

“Vale, vale, tranquilo”, Anna se apiadó de su hijo al instante y lo abrazó. “Mamá solo está asustada”.

Pero su corazón latía tan rápido como el del bebé. Miró la fina grieta y pensó: “Si Anton se entera… nos matará emocionalmente”.

Esa noche, mientras acostaba a los niños, no pudo conciliar el sueño durante mucho tiempo. Dos pensamientos le rondaban la cabeza: el retraso en el pago del préstamo y la grieta en la figura.

“Tenemos miedo de romper algo ajeno”, dijo.

De repente pensó: «Pero si nos dejamos aplastar tranquilamente por esta sensación de pobreza eterna».

Por la mañana, mientras Andrey se preparaba para ir a trabajar, volvió a mirar el regalo de su hermano.

«Sabes», dijo pensativo, «enseñémosle esto a un especialista. Si de verdad vale algo, que al menos nos diga cuánto. Y luego lo pensaremos».

«Antón nos prohibió venderlo…», objetó Nastya automáticamente.

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