Meses después, Stanisław se había convertido en parte indispensable del hogar de Anna. Plantaba flores con ella, cocinaban juntos, y Boris dormía a sus pies cada noche. La tristeza no había desaparecido por completo, pero tenía otro peso. Más liviano. Más soportable.
Stanisław estaba sentado en una banca congelada, en medio de un parque silencioso a las afueras de Cracovia. El viento gélido le cortaba la cara, y la nieve caía lentamente como ceniza de un incendio que no acababa nunca. Tenía las manos escondidas bajo la chaqueta raída, y el alma hecha trizas. No entendía cómo … Read more