Años después del divorcio, él volvió a burlarse de ella pero la encontró con trillizas y un jet privado

Su vida estaba tomando un giro inesperado, pero ella lo deseaba. Y esta vez, lo haría por ella misma.

Mientras tanto, Curtis disfrutaba de su nuevo “éxito”, sin saber que Laura, la mujer que había dejado atrás, estaba creando una vida nueva por su cuenta. Su mente estaba llena de dudas, pero las apagó con una copa más de whisky, mientras Carol le decía con seguridad que pronto tendría todo lo que siempre quiso: “Un hijo que realmente te pertenezca.”

El día llegó cuando Curtis fue invitado a un jet privado. Una tarjeta cremoso se deslizó bajo su puerta del hotel con las palabras: “Ven a ver lo que dejaste atrás.” Pensó que era Carol haciendo un drama. Sin embargo, lo que encontró fue un lujo que no esperaba. El jet privado con la marca “Bennett Private” lo dejó confundido. Al abordarlo, un aroma familiar lo golpeó, y la sorpresa fue grande cuando vio a Laura allí, tranquila, en un traje de pantalón marfil, su rostro sereno, lleno de paz.

“Hola, Curtis”, dijo ella con una calma que lo descolocó por completo.

“¿Laura? ¿Qué es esto?”, preguntó, desconcertado. Laura sonrió suavemente y le indicó que se sentara. “Pensé que era hora de ponernos al día.”

“¿Vuelas en jet privado ahora?”, preguntó él, tratando de mantener la compostura.

“De vez en cuando”, respondió Laura, sirviéndose agua. “Ahora tengo tres pequeños. Es más fácil viajar cuando no están rodeados de ruido.”

Su corazón dio un vuelco. “¿Tres…? ¿Qué?”

El silencio se llenó de tensión. “Trillizos, Curtis. Dos niñas y un niño. Tienen seis años.”

Con un gesto, Laura le mostró una foto de los tres niños, riendo en un jardín lleno de globos. Curtis los miró con incredulidad. “¿Pero tú… tú no podías…?”

“Quisiste decir, asumiste que no podía”, respondió Laura, con una leve sonrisa. “Pero la verdad es que solo necesitaba creer en mí misma cuando tú dejaste de creer en nosotros.”

Curtis tragó saliva, incapaz de procesar lo que estaba viendo. “¿Son míos?”

“Sí, firmaste las liberaciones de derechos, ¿recuerdas?”, dijo Laura. “Son míos. Biológicamente, legalmente, espiritualmente. Todo de la mujer que dejaste atrás, creyendo que no podía hacer nada.”

La incredulidad lo invadió. “¿Por qué me invitas?”

“Porque necesitaba que vieras que el final que me diste nunca fue el final. Solo fue la puerta a algo mucho más grande”, respondió Laura, suavemente.

Justo en ese momento, la puerta del jet se abrió y tres niños irrumpieron corriendo, llamando “¡Mamá!” y abrazándola. Curtis se quedó paralizado.

Laura miró a los niños y les presentó: “Este es el Sr. Curtis. Un viejo amigo.”

Los niños saludaron educadamente y se fueron a jugar. Laura lo miró fijamente. “Nunca necesité venganza, Curtis. Solo quería paz. Y la encontré en la maternidad y en construir algo que nunca imaginaste que podría surgir.”

Con una expresión de asombro, Curtis se levantó y susurró: “Son hermosos.”

“Gracias”, respondió Laura. “Pero tu vuelo termina aquí. El mío apenas comienza.”

Mientras Curtis descendía del jet, miró cómo la aeronave se elevaba en el cielo con Laura y sus hijos, un símbolo de la vida que construyó sin él. Se dio cuenta de que no solo había perdido una esposa, sino a la prueba viviente de que la perseverancia y el amor pueden florecer en tierras abandonadas.

Y esta vez, no había vuelta atrás.

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