Amy se quedó junto a la ventana
Anna se encogió de hombros, fingiendo estar ofendida.
— Soy tu madre, Tom. Una madre tiene derecho a saber cómo vive su hijo. No hago nada malo. Solo me aseguro.
— No es asegurarse, mamá. Es una invasión. Amy se siente vigilada. Y… la verdad, yo también me siento ahogado.
Una sombra de ira cruzó el rostro de Anna.
— Eso te lo ha metido ella en la cabeza, ¿verdad? Estas mujeres jóvenes nunca entienden los sacrificios de una madre.
Tom suspiró. Era la respuesta que ya esperaba.
— No, mamá. Soy yo quien te lo dice. Yo. Si no respetas nuestra casa, te quitaré la llave.
Anna se levantó bruscamente del banco.
— ¿Quitarme la llave? ¿A tu propia madre? ¡No te reconozco, Tom!