Nunca había visto a su jefe en un estado tan vulnerable y algo en su interior le decía que estaba presenciando un momento extremadamente privado y doloroso. Desde su posición no podía ver claramente qué mostraba la fotografía, pero era evidente que tenía un significado profundo para Lorenzo. La forma en que la sostenía, como si fuera el objeto más preciado del mundo, sugería que se trataba de alguien muy importante en su vida. De repente, Lorenzo levantó la vista y sus ojos se encontraron directamente con los de Isabela.
Por un momento que pareció eterno, ninguno de los dos se movió. El aire en la habitación se volvió denso y cargado de una tensión extraña. Isabela esperaba que él explotara de ira por haber sido descubierto en un momento tan íntimo. Pero en lugar de eso, Lorenzo simplemente la miró con una expresión de sorpresa mezclada con algo que no podía identificar. Yo lo siento mucho, señor Mendoza”, logró balbucear Isabela, sintiendo como el color se drenaba de su rostro.
No sabía que estaba aquí. Puedo volver más tarde para limpiar su oficina. Lorenzo se secó rápidamente las lágrimas con el dorso de su mano, recuperando parte de su compostura habitual, aunque sus ojos aún traicionaban la emoción que había estado sintiendo. Guardó cuidadosamente la fotografía en el cajón superior de su escritorio como si fuera un tesoro que necesitara proteger del mundo exterior. No dijo finalmente. Su voz ronca por la emoción contenida. Puedes puedes quedarte. solo estaba revisando algunos documentos.
Isabela sabía que eso no era cierto, pero decidió no contradecirlo. En lugar de eso, comenzó a limpiar silenciosamente la oficina, tratando de hacer el menor ruido posible. Podía sentir la mirada de Lorenzo, siguiendo cada uno de sus movimientos como si estuviera evaluando si podía confiar en ella. Mientras trabajaba, Isabela no podía dejar de pensar en lo que había presenciado. ¿Quién era la persona en esa fotografía que podía provocar tal reacción en un hombre aparentemente tan fuerte y controlado?
¿Por qué Lorenzo estaba en la oficina a esas horas llorando en soledad? La curiosidad era abrumadora, pero Isabela sabía que no era su lugar preguntar. Sin embargo, había algo en la expresión de Lorenzo cuando la había visto que la inquietaba. No había sido solo sorpresa, había visto algo más profundo, algo que parecía reconocimiento. Mientras continuaba con su trabajo, Isabeló que Lorenzo la observaba con una intensidad que la hacía sentir incómoda. No era la mirada fría y distante que le había dirigido en ocasiones anteriores, sino algo completamente diferente.
Era como si estuviera tratando de resolver un rompecabezas, como si ella fuera una pieza que no lograba encajar en su lugar. ¿Hace cuánto tiempo trabajas aquí?”, preguntó Lorenzo de repente, rompiendo el silencio que se había instalado en la habitación. Isabela se sobresaltó ligeramente ante la pregunta inesperada. “Varios meses, señor”, respondió sin dejar de limpiar, tratando de mantener la voz firme a pesar de los nervios. “¿Y antes de eso, ¿dónde trabajabas?” La pregunta la tomó por sorpresa. ¿Por qué su jefe estaría interesado en su historial laboral?
Isabela había trabajado en varios lugares antes de conseguir este empleo, principalmente en trabajos de limpieza y servicios domésticos. No era exactamente una carrera de la que se sintiera particularmente orgullosa, pero era honesta y le permitía mantenerse en varias casas particulares, señor, y antes en un hotel, respondió honestamente, preguntándose hacia dónde se dirigía esta conversación. Lorenzo asintió lentamente, como si esa información confirmara algo que ya sabía. Sus ojos seguían fijos en ella, estudiando cada detalle de su rostro con una intensidad que comenzaba a resultar perturbadora.
¿Tienes familia aquí en la ciudad?”, continuó Lorenzo. Su voz ahora más suave, casi cautelosa. Isabela dudó antes de responder. Estas preguntas personales eran muy inusuales viniendo de su jefe, especialmente considerando que nunca antes había mostrado el menor interés en sus empleados de menor rango. “No, señor, no tengo familia”, respondió finalmente, sintiendo una punzada de tristeza al admitir esa realidad. Era huérfana desde muy pequeña y había crecido en diferentes hogares de acogida hasta alcanzar la mayoría de edad.
La respuesta pareció afectar profundamente a Lorenzo. Sus ojos se ensombrecieron y apretó los puños sobre el escritorio. Durante un momento, Isabela pensó que había dicho algo incorrecto, pero luego se dio cuenta de que la reacción de su jefe no era de molestia, sino de algo mucho más complejo. ¿Conoces tu historia? Me refiero a, “¿Sabes algo sobre tu familia biológica?”, preguntó Lorenzo. Su voz apenas un susurro. Esta pregunta cruzó definitivamente la línea de lo apropiado entre jefe y empleada.
Isabela se enderezó dejando de limpiar por un momento para mirarlo directamente. Había algo en la forma en que hacía estas preguntas que la inquietaba profundamente. “Señor Mendoza, con todo respeto, no entiendo por qué me está preguntando esto.” dijo Isabela. Tratando de mantener un tono profesional a pesar de la confusión que sentía, Lorenzo se levantó de su silla y caminó hacia la ventana dándole la espalda. Sus hombros estaban tensos. Isabela podía ver que luchaba internamente con algo. Hola, espero que estés disfrutando de este video.