Una semana después:
Anne seguía sin dirigirme la palabra. Le dijo a Mitterson que había “intentado robarle protagonismo deliberadamente”, y que era imperdonable.
No podía creerlo.
“De verdad cree que lo hiciste a propósito”, me dijo James mientras se sentaba en la terraza. “Que te pusiste ese vestido para hacerle daño”.
“¡Pero fue su decisión!”, repliqué exasperado. “¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Presentarme con un chándal gris?”.
James sonrió suavemente. “Lo sé. Y algún día, tal vez, lo entienda”.
¿Quién tiene la culpa?
Nunca quise ser la mala de la película. Solo quería ser una madre comprensiva con mi hijo. Quizás debería haberle enviado a Anne una foto de mi vestido antes del gran día. Quizás podría haber elegido algo más discreto. ¿Pero que me acusen de “arruinar” toda la boda?
No me parece justo.
Así que te pregunto: ¿de verdad tuve la culpa?
¿El problema era mi vestido o había algo más profundo? ¿Un problema de comunicación? ¿Inseguridades subyacentes? ¿O simplemente la presión y la emoción de un día estresante?
En cualquier caso, espero que algún día Anne y yo podamos tener una conversación honesta, no como adversarias, sino como dos mujeres que aman profundamente al mismo hombre.
Hasta entonces, mantendré las distancias… y mi vestido champán seguirá colgado en el fondo de mi armario.
