Abuela Millonaria: ‘¡Tienes los Ojos de mi Hija!’ — Su Hijo se Desploma…

No era solo el shock de ver un fantasma, era el peso aplastante instantáneo de su fracaso. En el rostro de Catalina no solo había visto a su hermana perdida, había visto la encarnación viviente de su culpa. Remedios dejó escapar un soyo, desgarrador, un sonido de angustia pura y sin adulterar, no por una hija perdida, sino por una aterrorizada que nunca supo que tenía. Catalina se quedó inmóvil, las piezas de su vida encajando en un mosaico aterrador. Su madre no era una fugitiva imprudente, era una mujer con miedo por su vida, tratando de proteger a su hijo no nacido.

No la había abandonado, había estado corriendo para salvarla. Y el hombre del que huía, Patricio Sandoval, aún estaba ahí fuera. Un hombre poderoso y despiadado que ya había amenazado a su madre. Un hombre que ahora sabía que la hija de Soledad Herrera, ese cabo suelto que probablemente pensó que se había ido hace mucho tiempo, acababa de ser encontrada. El robo del medallón no era una advertencia, era una promesa. Él venía a terminar lo que había comenzado. “Bartolamé”, dijo Catalina, su voz cortando el dolor de la familia con una nueva claridad y fuerza.

El atraco. Sandoval sabe, sabe que estoy aquí. La cabeza de Maximiliano se levantó bruscamente. Un nuevo tipo de miedo. Miedo por Catalina eclipsando su culpa. Dios mío, ¿qué hecho? No había abierto solo la caja de Pandora. Había puesto una diana en la espalda de su noviesa. La confesión de Maximiliano transformó el paisaje del misterio. Ya no era una tragedia familiar, era una investigación criminal. Los recursos aterradores y completos de la familia Herrera, que una vez habían sido usados para suprimir la historia, ahora fueron desatados para descubrir la verdad.

Maximiliano, energizado por un cóctel potente de culpa y una necesidad desesperada de redención, dirigió la operación desde su cama de hospital. Bartolomeé Aguirwe se convirtió en el mariscal de campo. Contrató un equipo de los mejores investigadores privados que el dinero pudiera comprar. exagentes del CNI y contadores forenses que operaban con precisión quirúrgica. Su objetivo, Patricio Sandoval, trabajaron desde una suite segura en la Torre Herrera. Las paredes cubiertas con cronologías, fotografías y gráficos de conexiones. Catalina estaba en el centro de todo.

Ya no era una participante pasiva. Los sueños vagos y nebulosos que había estado teniendo comenzaron a fusionarse en algo más tangible mientras estaba rodeada de los detalles de la vida de su madre. El olor a Pino le dijo a Bartolomé una tarde mirando un mapa de Andalucía. Y lluvia, mucha lluvia. Recuerdo tener frío envuelta en una manta que olía al perfume de mi madre, a lilas. Los investigadores cruzaron patrones climáticos y geografía de hace 25 años. Un sistema de tormentas prolongado había azotado el norte de Granada y Jaén en las semanas siguientes a la desaparición de Soledad.

Era un hilo. Se sumergieron en las finanzas de Sandoval de esa época. Los contadores forenses pelaron las capas de corporaciones fantasmas y cuentas offshore. Lo encontraron. Una serie de pagos estructurados e imposibles de rastrear a una empresa holding vinculada a conocidos solucionadores que hacían que los problemas desaparecieran permanentemente. Los pagos comenzaron una semana después de que Soledad desapareciera. Mientras la investigación rugía, Catalina se enfocó en lo personal. Con remedios, revisó cajas de pertenencias de soledad que habían estado almacenadas en el ático de la mansión durante décadas.

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