Ya no era una huérfana, una chica de ninguna parte. tenía una historia, un linaje, una familia. Y en ese momento de revelación asombrosa, otra pieza encajó. La sensación de ser observada, el sedán negro, el atracador que robó no dinero, sino una memoria. No se trataba de que los Herrera trataran de encontrarla. Se trataba de alguien que había sabido quién era ella todo el tiempo, alguien que estaba aterrado de que fuera encontrada. Su aparición no solo había removido el dolor de una familia, había perturbado un secreto mucho más oscuro y peligroso.
Miró a Bartolomé, cuya expresión sombría le dijo que había llegado a la misma conclusión. Alguien trató de mantener esto en secreto, ¿verdad?, preguntó su voz firme a pesar del tumulto en su interior. ¿Quiénes son y de qué tienen tanto miedo? La alegría del descubrimiento se temperó instantáneamente por el escalofrío frío del miedo. Encontrar a su familia parecía era solo el comienzo de la historia. El verdadero peligro radicaba en descubrir por qué se había perdido en primer lugar.
La confirmación de la identidad de Catalina envió ondas a través del Imperio Herrera, pero el impacto más profundo se sintió en la tranquilidad estéril de la habitación de hospital privada de Maximiliano Herrera. Bartolomea Idirre entregó la noticia en persona. Esperaba una reacción compleja, pero no la que recibió. Maximiliano no mostró ni una pisca de alegría o sorpresa. En cambio, un suspiro pesado escapó de sus labios. un sonido de cansancio profundo, como si una sentencia que había temido durante años finalmente hubiera sido dictada.
Cerró sus ojos, su rostro una máscara de resignación sombría. “Entonces es verdad”, susurró. “Está aquí, Maximiliano. Estas son noticias maravillosas”, comenzó Bartolomé. Pero Maximiliano lo cortó con un gesto agudo de su mano. No, Bartolomé, no lo son. Es un ajuste de cuentas. Luchó por sentarse. Su movimiento rígido. Consigue a mi madre al teléfono y a la chica Catalina. Tráiganla aquí. Ahora hay algo que ambas necesitan saber, algo que debería haber dicho hace 25 años. Una hora después, Catalina y Remedios fueron escoltadas a la atmósfera susurrada de la habitación de hospital.
Ver a Maximiliano de cerca, sin su armadura de poder corporativo, fue un shock. Se veía mayor, más pequeño, atormentado por algo mucho más profundo que su reciente susto de salud. Su mirada se posó en Catalina y por primera vez ella no vio a un multimillonario frío, sino a un hombre ahogándose en arrepentimiento. Madre, comenzó su voz áspera. Catalina, no he sido honesto sobre el día que Soledad se fue. Remedio se tensó. ¿De qué estás hablando, Maximiliano? Tuvieron una pelea terrible.