«De acuerdo», dijo uno de ellos. «Pero con cuidado. Solo una mirada».
Con las piernas y los brazos temblando, Dmitry saltó a la tumba. La policía permanecía cerca y Timofey observaba desde el borde. Tomó con cuidado la tapa y la abrió lentamente.
Y entonces llegó un momento que paralizó a todos los presentes.
Al abrir el ataúd, la gente comenzó a gritar.
Lo que había dentro era imposible de explicar con palabras. El cuerpo de su madre estaba intacto, pero algo no estaba bien. El rostro de María parecía sereno, pero sus ojos… sus ojos estaban muy abiertos y parecían mirar fijamente a Dmitry. Como si quisiera decir algo, advertir, pedir ayuda. Pero no era la mirada de una persona muerta: era la mirada de una persona viva, una mirada llena de horror y dolor.
Dmitry apenas pudo contenerse. Su consciencia luchaba contra la conmoción, el dolor y la incapacidad de comprender la realidad. Todos los presentes sintieron cómo el espacio a su alrededor se comprimía y el aire se volvía pesado y denso. Timofe