Pero tres de sus hijos solo veían bocas que alimentar, espacio que ocupaban, dinero que gastaban. Esta mentalidad es peligrosa y destructiva. Nuestros mayores merecen ser honrados, respetados, cuidados y valorados. Ellos nos dieron la vida, nos criaron, sacrificaron sus sueños por los nuestros. Lo mínimo que podemos hacer es asegurarnos de que sus últimos años sean dignos y llenos de amor. Además, piensa en el ejemplo que damos a nuestros propios hijos cuando tratamos mal a nuestros padres. Les estamos enseñando que cuando nosotros envejezcamos, ellos pueden tratarnos de la misma manera.
La rueda siempre gira y lo que siembras es lo que cosechas. Fernando Carlos y Patricia probablemente terminarán abandonados por sus propios hijos, porque ese fue el ejemplo que les dieron. Mientras que los descendientes de Lucía aprenderán el valor del amor familiar y cuidarán de sus mayores con respeto y cariño. También quiero hablar sobre el tema de las herencias, porque esta historia tiene mucho que enseñarnos al respecto. Es triste, pero común que las familias se destruyan por disputas de dinero y propiedades.
He visto casos en mi propia vida en el hospital y en mi comunidad donde hermanos que se querían toda la vida se vuelven enemigos cuando fallece un padre y hay que repartir la herencia. El dinero tiene una forma de sacar lo peor de las personas, de despertar la codicia que dormía escondida. Pero aquí está la verdad que muchos olvidan. Ninguna cantidad de dinero vale la pena. Si pierdes a tu familia en el proceso. Ninguna propiedad es más valiosa que las relaciones.
Puedes heredar millones. Pero si quedas solo sin nadie que te ame de verdad, ¿de qué sirve? La verdadera herencia que los padres dejan no son las casas ni las cuentas bancarias, es el ejemplo que dieron, los valores que inculcaron, el amor que compartieron. Eso es lo que realmente perdura y lo que marca la diferencia en la vida de sus hijos. Beatriz y Ernesto dejaron la mejor herencia posible a Lucía. Le enseñaron a amar incondicionalmente, a ser generosa, a valorar lo que importa, a luchar por la justicia.
Esas lecciones valen más que cualquier finca, por grande que sea. Ahora quiero que reflexionemos juntas sobre algo más personal. ¿Cómo estás tratando tú a tus padres o a los mayores en tu vida? ¿Les llamas con frecuencia? ¿Les visitas? ¿Les demuestras tu amor y gratitud? ¿O estás tan ocupada con tu propia vida que los has dejado en segundo plano? No esperes a que sea demasiado tarde para valorar a quienes te dieron todo. El tiempo pasa más rápido de lo que creemos y un día te darás cuenta de que ya no están y entonces vendrá el arrepentimiento, el dolor de todo lo que no dijiste, de todo lo que no hiciste.
No dejes que eso te pase. Si tus padres todavía viven y están bien, agradece esa bendición y demuéstrales tu amor cada día. Si ya no están contigo, honra su memoria viviendo de acuerdo a los valores que te enseñaron. Y si tu relación con ellos es complicada por la razón que sea, busca la forma de sanar esas heridas, porque el rencor solo te envenenará a ti misma, el perdón libera y el amor sana. Y para aquellas de ustedes que tal vez se identifiquen más con Carmela, que están solas, que sienten que la vida les pasó de
largo, que piensan que ya es tarde para encontrar amor o familia o propósito, quiero decirles esto con todo mi corazón. Nunca es tarde. Carmela tenía 55 años cuando su vida cambió completamente. Podría haber pasado de largo aquel día en la carretera. Podría haber pensado que ayudar a dos desconocidos era demasiado problema. Pero decidió detenerse y esa decisión le dio la familia más hermosa que pudo haber imaginado. Tu momento puede llegar mañana o el mes que viene o el año próximo.