—¿Una broma? ¿En tu noche de bodas? ¿De tu suegro, que apenas te ha dirigido la palabra en todos estos meses? No. Escúchame. Sal del hotel. Ahora. Inmediatamente.
Se me llenaron los ojos de lágrimas.
—Hung… él no es así…
—¿Estás segura? ¿Estás segura de que lo conoces tan bien como crees?
Antes de que pudiera responder, mi suegra apareció al final del pasillo. Su mirada me recorrió, deteniéndose en mi rostro. Instintivamente oculté la mano que sostenía el dinero.
Sonrió.
Pero su sonrisa era forzada, como si intentara con todas sus fuerzas ocultar su ansiedad.
—Cariño, ¿qué haces aquí? Todos te están buscando. Es la hora —dijo en voz baja, demasiado baja—. El novio está esperando.
La palabra «esperando» sonó extraña, como si tuviera un significado oculto.
Un escalofrío me recorrió la espalda.
Asentí rápidamente.
—Enseguida… Necesito… arreglarme el vestido.