“Yo, Teresa García, dejo todos mis ahorros, por un valor de 3 millones de pesos, así como un terreno de 250 metros cuadrados en la región de Oaxaca, a mi nuera mayor — Ana.
Esto es lo que ahorré en secreto durante muchos años. Gracias por no abandonarme, incluso cuando te rechacé.”
Lloré desconsoladamente — no por el dinero, sino porque por fin me reconocieron. Tres días después, en la reunión para redistribuir las propiedades tras esta nueva información, toda la familia quedó impactada.
Mi cuñada Sofía no pudo ocultar su sorpresa, mi esposo Jorge guardó silencio, y mi suegro tenía lágrimas en los ojos.
Esa vieja taza, aparentemente sin valor, fue el lugar donde mi suegra escondió el regalo más importante para la nuera que un día fue olvidada.
No sentí alegría ni busqué venganza. Los miré a todos y dije:
— “No guardo rencor. Solo espero que de ahora en adelante entiendan que lo más valioso, a veces, no son las grandes propiedades — sino el agradecimiento en el momento justo.”