« ¡Mamá, mira! ¡Se parece a mí! » — Y la verdad hizo que sus piernas se tambalearan…

La lluvia apenas comenzaba cuando Lauren Carter salió de una juguetería de lujo en Madison Avenue con su hijo de siete años, Ethan.
El niño abrazaba con fuerza una caja nueva de LEGO, riendo, mientras el mundo a su alrededor parecía lleno de color y seguridad. Lauren sostenía el paraguas sobre ambos, mirando al cielo justo cuando el trueno retumbó suavemente sobre la ciudad.

Cruzaban la calle hacia el coche que los esperaba cuando Ethan se detuvo de golpe.
—Mamá —dijo, tirando de su mano y señalando al otro lado de la calle—. ¡Ese niño se parece a mí!

Lauren siguió su mirada.
Al otro lado, junto a la esquina de una panadería, un pequeño estaba encogido bajo un paraguas roto. Su ropa estaba empapada, el cabello pegado y enredado. Comía las sobras de un sándwich envuelto en papel arrugado. A pesar de la suciedad, había algo inquietantemente familiar en él: los mismos ojos marrón oscuro, el mismo hoyuelo en el mentón, la misma curva suave en los labios.

—Ethan, no señales —susurró ella, tratando de hacerlo avanzar—. Ven, amor.

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