Las GEMELAS del MILLONARIO eran CIEGAS, hasta que la nueva EMPLEADA judía lo CAMBIÓ todo…-Picc

Las gemelas del multimillonario eran ciegas hasta que la nueva empleada judía hizo algo que lo cambió todo. Estas niñas nunca verán. Acepten ya esta realidad. Las palabras del Dr. Richardson resonaron en el lujoso despacho de la mansión Blackwood como una sentencia de muerte. Ethan Blackwood, de 42 años, sintió que su mundo se derrumbaba por tercera vez en 5 años. Primero perdió a su esposa durante el parto. Luego descubrió que sus hijas gemelas habían nacido ciegas y ahora otro especialista confirmaba que no había esperanza.

Rachel y Rebeca, sus pequeñas de 8 años, esperaban en el piso de arriba, una vez más frustradas tras horas de dolorosos exámenes que no llevaban a ninguna parte. El multimillonario de la industria tecnológica había gastado 12 millones de dólares en tratamientos experimentales y consultas con los mejores especialistas de Boston, Nueva York e incluso Suiza. Todos llegaban a la misma devastadora conclusión. Ceguera cortical congénita irreversible. El sonido ahogado de un llanto provenía del segundo piso de la mansión en Connecticat.

Las gemelas pasaban los días encerradas en su habitación, negándose a participar en cualquier actividad. Las niñeras especializadas que Ihan contrataba duraban como máximo tres meses. Todas se rendían ante la aparente imposibilidad de ayudar a dos niñas que parecían destinadas a vivir en la oscuridad eterna. Ethan observaba desde la ventana de su despacho el jardín perfectamente cuidado de su propiedad, pero la belleza de las flores que brotaban no lograba penetrar la niebla de desesperación que se había instalado en su vida.

Su empresa de inteligencia artificial seguía prosperando, pero el éxito financiero había perdido todo su significado al no poder dar a sus hijas lo más básico que una niña merece. El interfono sonó interrumpiendo sus sombríos pensamientos. “Señor Blackwood”, la voz de su secretaria Margaret resonó en la oficina. “Ha llegado una candidata para el puesto de ama de llaves. Sara Cohen está aquí para la entrevista.” Suspiró profundamente. Otra empleada más para cuidar de la casa. Al menos esta no prometería curar a sus hijas, como hacían algunas cuidadoras antes de darse cuenta de la brutal realidad de la situación.

Ethan se ajustó el traje gris y bajó las escaleras de mármol, preparado para otra entrevista rutinaria. En el vestíbulo, una mujer joven esperaba de pie, sosteniendo una sencilla carpeta con documentos. Sarah Cohen tenía 28 años, cabello castaño, recogido en un discreto moño y vestía ropa modesta pero impecable. Había algo en su postura que transmitía una determinación silenciosa, una cualidad que Izan rara vez veía en los candidatos. Cuando Sara oyó el llanto persistente de los niños que venía del piso de arriba, se le encogió el corazón.

Como superviviente de una familia que lo había perdido todo en el holocausto, reconocía ese sonido. No era un berrinche infantil, sino el profundo lamento de quienes habían perdido la esperanza. Sus abuelos le habían contado que así era exactamente como lloraban los niños en los campos de concentración cuando perdían las ganas de luchar. “Tus hijas”, dijo Sara suavemente con los ojos llorosos. “están sufriendo mucho.” Ethan se detuvo en la escalera sorprendido por la genuina sensibilidad en la voz de la mujer.

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