“Me dieron de alta del hospital un día completo antes de lo esperado. Pero cuando entré en el dormitorio, vi a mi esposa y a su amante entrelazados en nuestra cama, así que…” If you’d like to continue or add any details to the plot, feel free to let me know!

Me dieron de alta del hospital un día completo antes de lo esperado. Pero cuando entré en el dormitorio, vi a mi esposa y a su amante entrelazados en nuestra cama, así que…

Me dieron de alta del hospital un día completo antes de lo esperado. La enfermera sonrió mientras me entregaba los papeles, su voz suave cuando dijo: “Está todo bien, Sr. Hayes. El doctor firmó, dijo que su recuperación va más rápido de lo esperado.” Forcé una sonrisa débil, mi pecho aún dolorido por el procedimiento. Tres noches con monitores pitando, luces fluorescentes duras y un silencio donde debería haber estado la voz de Claire. En ningún momento vino. Ella había dicho que los hospitales le daban ansiedad, que no soportaba el olor. En ese momento, le creí. O al menos me dije a mí mismo que lo hacía.

El viaje en taxi hacia casa se sintió interminable. El conductor tarareaba con la radio mientras yo miraba las luces de la calle pasar, mi mente divagando hacia el hogar. Pensaba en la comodidad de mi propia cama, el sabor de la comida de Claire, el simple silencio de estar de nuevo con ella. Pero cuando el taxi se detuvo en la entrada, ese pensamiento tranquilo se rompió. Su coche ya estaba allí, pero no estacionado como siempre lo hacía. Estaba torcido, aparcado rápidamente, como si no le hubiera importado alinearlo. Ese pequeño detalle me molestó, me roía.

Pagué la tarifa, tomé mi bolso de noche y caminé hacia la puerta. No había luz en la planta baja, solo una tenue luz filtrándose desde el segundo piso. La casa estaba demasiado callada, el tipo de silencio que hace que tu piel se tense. No grité el nombre de Claire. Ni siquiera sé por qué. Instintivamente supe que no debía. Cada crujido de las escaleras sonaba más fuerte que el anterior, mi corazón latiendo más rápido con cada paso.

La puerta del dormitorio estaba entreabierta. Justo lo suficiente como para ver las sombras moviéndose dentro. La empujé lentamente. Y allí estaban. Mi esposa, envuelta en las sábanas enredadas con un hombre que nunca había visto antes. Mi cama. Nuestra cama. Aquella que pensaba que estaba volviendo a casa.

Sobre la mesa de noche, nuestra foto de bodas estaba inclinada ligeramente hacia un lado, como si hubiera sido testigo de cada segundo de esa traición. Me quedé congelado en el umbral, observando en silencio lo que parecía una eternidad: diez segundos, tal vez más. Ellos ni siquiera se dieron cuenta de que estaba allí.

No grité. No tiré nada. No les di la satisfacción de verme romperme. Me di la vuelta, salí tan silenciosamente como había entrado, y me fui sin decir una palabra. Para cuando llegué al último peldaño, ya había tomado una decisión. Bloqueé todas las tarjetas. Cambié todas las cerraduras. Y me aseguré de que no pudiera contactarme.

Pero luego, sucedió algo que nadie esperaba…

Historia continúa abajo

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