A los 61, me volví a casar con mi primer amor: en nuestra noche de bodas, justo cuando desvestí a mi esposa, me quedé en shock y con el corazón destrozado al ver…

Mi nombre es Rajiv, y tengo 61 años. Mi primera esposa falleció hace ocho años después de una larga enfermedad. Desde entonces, he vivido solo, en silencio. Mis hijos ya están casados y asentados. Una vez al mes vienen a dejarme un poco de dinero, mis medicinas, y se marchan enseguida.

No los culpo. Tienen su propia vida, y lo entiendo. Pero en las noches de lluvia, acostado escuchando las gotas golpear el techo de lata, me siento insoportablemente pequeño y solo.

El año pasado, mientras navegaba en Facebook, me encontré con Meena, mi primer amor de la secundaria. La adoraba en aquel entonces. Tenía el cabello largo y suelto, unos profundos ojos negros, y una sonrisa tan radiante que iluminaba todo el salón de clases. Pero justo cuando yo me preparaba para los exámenes de ingreso a la universidad, su familia la comprometió en matrimonio con un hombre del sur de la India, diez años mayor que ella.

Perdimos el contacto después de eso. Cuarenta años más tarde, nos reencontramos. Ella ahora era viuda — su esposo había fallecido hacía cinco años. Vivía con su hijo menor, pero él trabajaba en otra ciudad y rara vez la visitaba.

Al principio, solo intercambiamos saludos. Luego empezamos a llamarnos. Después vinieron los encuentros para tomar café. Y sin darme cuenta, me encontré conduciendo mi scooter hasta su casa cada pocos días, llevando una pequeña canasta de frutas, algunos dulces y suplementos para el dolor de las articulaciones.

Un día, medio en broma, le dije:
—“¿Y si… estos dos viejos nos casamos? ¿No sería más fácil así la soledad?”

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