Después de echar a su madre adoptiva, descubrió su fortuna de 100 millones de dólares
La notificación de desalojo llegó un martes lluvioso. Margaret estaba en el pasillo de la casa que había pagado durante décadas—empapada, temblorosa, mirando la firma al pie del documento.
Andrew D. Miller.
Su hijo adoptivo.
Margaret Whitmore tenía 78 años cuando la obligaron a salir de su propio hogar.
La casa, enclavada en el tranquilo y adinerado suburbio de Millbrook, Nueva York, alguna vez resonó con sonidos de alegría—cumpleaños, parrilladas, recitales de piano. Ahora estaba fría, silenciosa, y legalmente ya no era suya.
Andrew, su hijo adoptivo desde hacía 35 años, la había sacado de su propia vida.
Margaret había adoptado a Andrew cuando él tenía solo 6 años. Un niño de acogida de Brooklyn, de ojos brillantes y lengua afilada, que le robó el corazón en cuanto se conocieron durante un programa de voluntariado. Margaret, una viuda sin hijos que había hecho carrera en la contabilidad corporativa, creyó que podía darle un futuro mejor.
Y así fue.