

Muchos enfermos dejan de comunicarse con su entorno, aunque estén conscientes. Entran en un estado introspectivo, como si ya se estuvieran despidiendo interiormente del mundo físico.
Es frecuente que la persona hable con familiares fallecidos o diga ver “ángeles” o “luz”. Esto, más allá de lo médico, es interpretado por muchas culturas como una preparación espiritual para partir.
Curiosamente, algunas personas experimentan un breve período de lucidez o energía poco antes de fallecer. Pueden hablar, sonreír o pedir comida, lo que a veces confunde a los familiares. Esta es una de las últimas etapas antes de que el cuerpo finalmente cese sus funciones.
Aceptar la muerte como parte natural de la vida es clave. En este momento, la empatía, la presencia silenciosa y el amor son los mejores acompañantes. No siempre hacen falta palabras. A veces, un gesto, una caricia o simplemente estar ahí lo dice todo.
Si eres familiar o cuidador, recuerda:
Permitir el descanso
No forzar la alimentación
Brindar paz, no ansiedad
Validar emociones, no negarlas
La muerte no es el final, sino una transición. Reconocer estas señales no significa resignarse, sino acompañar con dignidad. La despedida duele, pero puede ser también un acto profundo de amor.